El día que tú naciste
fue duro por los temores,
pero cuando tú saliste
se acabaron los horrores.
Porque en cuanto oí tu llanto
y vi tu preciosa cara,
me olvidé de los quebrantos
y bendije tu llegada.
¡Cómo cambiaste mi vida!
Vivía sólo para ti,
te movías y enseguida
ya me tenías allí.
De noche apenas dormía
siempre velando tu cuna,
y el menor gesto que hacía
me llenaba de ternura.
Era un sueño tan bonito
cuando estabas en mis brazos,
que llegaba al infinito
dándote besos y abrazos.
Así pasaban los días,
poco a poco ibas cambiando,
mi amor hacia ti crecía
y yo seguía soñando.
¡Mira, que ya tiene un diente!
después, tus primeros pasos
y tú buscándome siempre
para ampararte en mis brazos.
¡Cuánto te quiero hijo mío!
mi deseo es ayudarte,
en ti, yo siempre confío
siempre quisiera ampararte.
Y si por algún motivo
nos separara la vida,
yo solamente te pido
recuerdes estas letrillas.
"Nunca me fui de tu lado,
siempre a mi lado estuviste,
nunca olvides tu pasado
ni de donde tú naciste."
Isabel
domingo, 22 de febrero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Prima te salió estupenda la poesía. Estas hecha una buena poeta.
ResponderEliminarUn beso. Lola