Algo me despertó, intuía que esa mañana despertaría de esa semiinconsciencia en la que se hallaba inmerso.
Varios días habían pasado desde aquel instante, tras una intensa lucha pude salvar a mi amigo, (una piedra sobresaliente del arrecife lo había dejado inconsciente), arrebatándoselo a Neptuno para entregárselo a la Diosa Cibeles.
Abrió los ojos y un reconocimiento lento pero preciso derivó en una sonrisa que acabó con un abrazo largo de agradecimiento.
Los días pasaron y nuestros paseos por un parque cercano, cada vez fueron mas frecuentes.
Fue en aquel parque donde la conocimos, ojos azules, cabello rubio, tez fina, cuerpo escultural, pero corazón de hielo; mi instinto que difícilmente fallaba me la describía así.
Mi amigo no lo apreció y se desvivió por ella desde el primer momento, mientras que yo le mostré mi hostilidad.
Pasaron los días y fui poco a poco olvidado, hasta me eludían en los paseos diarios que tantos años llevábamos realizando los dos.
Una tarde, todo parecía diferente, ella no apareció, y mi amigo me invitó a dar un paseo por un lugar cercano a nuestra localidad, nunca antes habíamos estado en aquel bosque tan frondoso.
Disfrutaba de nuestro paseo como si fuera el primero, por fin todo volvía a ser como antes.
En algún punto de nuestro paseo me adelante, y él se puso tras de mi,… solo sentí dolor, algo me golpeaba sin cesar, y cuando me volví, lagrimas recorrían su rostro, y me dijo: lo siento era tú o ella.
Tendido en aquel bosque, miré como se alejaba cansinamente y solo pude pensar:
¡El siempre será mi amigo!
Algo me despertó, quizás fue un dolor intenso de cabeza provocado por aquel arrecife con el que choque en el mar, o quizás, el respirar agitado de mi perro, me miraba asustado, después de haberme salvado, le sonreí y le abrace, mientras pensaba:
¡Nadie nos separará, es mi amigo!
Jose Manuel