Al fin habían llegado. Después de muchas horas de viaje y muchos meses de preparación, ya estaban en Barcelona. A Paloma le había entristecido muchísimo irse de Andalucía, de su ciudad, de su barrio, de su casa, lejos de sus amigos. Por otro lado, se sentía feliz por su familia, ya que ahora no vivirían tan apurados y podría permitirse las mismas cosas que hace un tiempo tenían. Habían pasado el peor año de su vida, tanto la madre como el padre de Paloma se habían quedado sin trabajo y habían tenido que cambiar el estilo de vida que llevaban hasta el momento. Les quitaron el piso y otras pertenencias, dejándolos prácticamente en la calle. En esa situación Paloma se sentía triste e inútil, ¿pero que podría hacer una niña de 10 años?
Que alivio había sentido, cuando su padre encontró el trabajo en Barcelona. Ese día se convirtió en la niña más feliz del mundo, aunque pronto esa emoción cambió cuando supo que iban a vivir en esa casa con la tía Rosa. A Paloma no le gustaba nada la tía Rosa, le había visto pocas veces en su vida, pero le recordaba muy bien. Era una mujer muy extraña, tenía los ojos de un color claro y una mirada que parecía que te penetraba la piel. Vestía de forma rara, siempre se ponía muchas capas de ropa, una encima de la otra, incluso en verano. Pero lo que le daba más escalofrío es que apenas se le veía la cara, ya que el cabello se la cubría completamente. El resto de la familia decía que estaba loca.
Pasaron días, semanas, meses y sus padres cada vez estaban más contentos y habían acumulado bastante dinero para buscar otro piso y así irse de casa de la tía Rosa.
Habían sido unos meses muy extraños para ella, no solo porque había cambiado de ciudad, de colegio y de amigos, sino sobretodo por las excentricidades de su tía.
La tía Rosa era muy agradable con ella, le ayudaba a hacer los deberes, jugaban juntas. Paloma pasaba gran parte del tiempo sola con ella en casa, porque sus padres estaban trabajando. Su tía durante el día se comportaba prácticamente normal a pesar de su apariencia, pero a las 9 de la noche, siempre se ponía muy nerviosa, le cambiaba el rostro y empezaba un ritual que Paloma no comprendió hasta más tarde. El ritual consistía en tapar con maderas y clavos todas las puertas de los armarios de toda la casa. Cuando le preguntaba porque hacia eso, se limitaba a contestar que era mejor que no lo supiera.
Pero el día antes de que se mudaran a su piso, se lo contó todo.
La tía Rosa hablaba de unos seres a los que llamaba “monstruos del armario” decía que pertenecían a un mundo paralelo y que podían visitar nuestro mundo a través de los armarios de 9 a 10 de la noche, el porque de esa hora, lo desconocía, pero si que sabia el porque de sus visitas. Esos monstruos se alimentaban de la imaginación de los niños, por eso cada vez había más niños, que necesitaban jugar a videojuegos y juegos tales que no tuvieran que inventar absolutamente nada. Estos monstruos tenían una apariencia horrible, eran muy bajos y estaban cubiertos completamente de pelo, pero lo más aterrador de ellos eran sus voces. La tía Rosa decía que sabían los nombres de cada niño y a menudo los llamaban en un tono bajo pero con una voz aterradora y casi de ultratumba.
Le contó que había visto muchos cuando era niña y que los seguía viendo a pesar de que para los adultos son invisibles. Le contaba todo esto para que tuviera cuidado ahora que viviría sola y no podría protegerle. Pensó que era verdad lo que decían, que su tía estaba loca.
Nunca vio un “monstruo del armario”, aunque tapó las puertas de los armarios cada día a las 9 de la tarde. Nunca supo si existían o no existían, pero si pudo decir que ella conservó su imaginación durante toda la vida, mientras veía como sus compañeros de colegio y amigos dejaron de crear mundos e historias ficticias.
Monstruo del armario
lunes, 22 de febrero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Buen cuento para contar a los niños.
ResponderEliminarMe ha gustado..
Masmoc Utopía
Bueeeno, igual da un poco de miedo, pero es lo que me ha salido...
ResponderEliminarNIÑOS LOS MONSTRUOS NO EXISTEN
Laura. Besos a todos