Sueños sumergidos

La caricia del rocío sobre mis mejillas me rescató del duermevela en el que me hallaba inmerso. Devolviendo mi mente al recuerdo minuto a minuto de esta noche infausta que nos tocó vivir.
El nerviosismo inusual de mi perro por salir en una noche inclemente como aquella, que nos mantenía dentro del calor del hogar, me obligó a salir con él.
No dio tiempo a cerrar la puerta, cuando en lontananza vi un mar adentrarse por nuestras tierras y anegar todo a su paso. Reaccioné con rapidez y entré en casa junto a mi perro cerrando la puerta, como si eso pudiera frenar la crecida de un río furioso dispuesto a apoderarse de lo que un día fue suyo.
En la carrera cogí en volandas a mi pequeño y subiendo los escalones de dos en dos, a empellones forcé a mi hija a que me precediera en la huída; a mi mujer tan solo le bastó escuchar mis gritos para saber que el peligro era tan inminente que no cabían explicaciones, y nos siguió sin mas dilaciones.
El maldito líquido elemento me llegaba por los tobillos justo en el momento en que me impulsaba fuera de la ventana que teníamos en la buhardilla sobre el techo.
Y aquí nos encontramos exhaustos sobre la cima de nuestros sueños que se encuentran sumergidos, con la mirada perdida en una luna reflejada sobre nuestro antiguo jardín, y esperando la llegada de un alba que nos enseñe el nacimiento de un nuevo día en nuestras vidas.

Jose Manuel