Era una tarde plácida de Abril,
cuando el sol doraba las pálidas cumbres
y aroma de rosas, romero y jazmín
llenaban el valle y el cielo era lumbre.
Bajo el espectáculo de luz y color,
sentada en el prado de flores silvestres,
la vi de repente y me fascinó,
no se si era diosa o era ser viviente.
Su pelo dorado volaba en el viento
descubriendo un rostro de bello perfil,
su frente inclinada, sobre un libro abierto,
de piel tersa y fina, de un color marfil.
Sus ojos dos astros de aquel firmamento,
pensé en su mirada y me estremecí,
quise ser las letras de aquel libro abierto
para que sus ojos se posaran en mí.
Yo quise ser aire y quise ser viento,
para acariciar su cálida piel,
de sus labios rojos quise ser el beso,
que gustara el néctar de su rica miel.
Cuando un suspiro salió de su pecho,
un escalofrío recorrió mi ser,
quise ser el dueño de sus pensamientos
entrar en su sueño y quedarme en él.
En aquel momento alzó su mirada
y sus bellos iris se posaron en mí,
flechas de colores invadió mi alma
en aquella tarde plácida de Abril.
Loli
martes, 19 de abril de 2011
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