Como cada mañana, Margarita, abrió de par en par la ventana de su habitación e inspiró el aire matutino ¡Qué bien que olía el amanecer! era un olor especial, la frescura de la tierra al despertar junto al olor agridulce de los árboles frutales, las hierbas romáticas; romero, tomillo, menta, toda esta mezcla hacía un aroma muy especial y las delicias de cualquier olfato exigente. Margarita lo describía así: una mezcla de frescura, ternura, tibieza, cuando los primeros rayos del sol le acariciaban, y sinfonía musical.
La música era perfecta e inigualable cuando el día se despertaba. Se oía el trinar de los innumerables pajarillos que revoloteaban alegremente en libertad, dando la bienvenida al nuevo día. Margarita se los imaginaba llenos de diversos y bonitos colores, le habían dicho que unos eran amarillos, otros variopintos, mezcla de marrones, grises, verdes, pero ¿cómo eran esos colores? ella nunca los había visto porque era ciega de nacimiento. Para Margarita eso no era ningún obstáculo porque se los imaginaba. Le habían dicho que el sol era amarillo, cuando pensaba en este color lo imaginaba tibio como el sol que le acariciaba, el rojo le dijeron que era del color del fuego, lo imaginaba calentito como el fuego de la chimenea en invierno. El verde era el color del prado, de las hierbas, de los árboles...se lo imaginaba, fresco, oloroso, como la sensación que le producía al tocarlos y olerlos. Siempre imaginaba los colores según la sensación que le producía aquel color, era una forma mágica de sentir los colores.
Cada mañana un pajarillo se posaba en su ventana y la despertaba con sus alegres trinos. Al principio, el pajarito se asustaba cuando ella quería cogerlo y salía volando, pero un día, se le ocurrió ponerle un poco de pan mojado en leche, entonces el pajarillo comenzó a comer y se dejó acariciar, desde aquel día se hicieron muy amigos.
Un buen día el pajarillo no la despertó con su canto ni la visitó. Margarita se puso triste y preocupada ¿qué le habría pasado a su amiguito? Pasaron varias semanas y el pajarito no aparecía. De pronto, una mañana la despertó el canto de su amigo, saltó rápidamente de la cama y con alegría pudo comprobar que su amiguito había vuelto junto a otros pajarillos que revoloteaban a su alrededor, había venido a enseñarle a sus hijitos. Desde aquel día, cada mañana, sus amigos la despertaban con sus alegres trinos, para ella era la mejor música del mundo y daba gracias a Dios por poder disfrutar de aquel concierto al amanecer.
La banda.
La música era perfecta e inigualable cuando el día se despertaba. Se oía el trinar de los innumerables pajarillos que revoloteaban alegremente en libertad, dando la bienvenida al nuevo día. Margarita se los imaginaba llenos de diversos y bonitos colores, le habían dicho que unos eran amarillos, otros variopintos, mezcla de marrones, grises, verdes, pero ¿cómo eran esos colores? ella nunca los había visto porque era ciega de nacimiento. Para Margarita eso no era ningún obstáculo porque se los imaginaba. Le habían dicho que el sol era amarillo, cuando pensaba en este color lo imaginaba tibio como el sol que le acariciaba, el rojo le dijeron que era del color del fuego, lo imaginaba calentito como el fuego de la chimenea en invierno. El verde era el color del prado, de las hierbas, de los árboles...se lo imaginaba, fresco, oloroso, como la sensación que le producía al tocarlos y olerlos. Siempre imaginaba los colores según la sensación que le producía aquel color, era una forma mágica de sentir los colores.
Cada mañana un pajarillo se posaba en su ventana y la despertaba con sus alegres trinos. Al principio, el pajarito se asustaba cuando ella quería cogerlo y salía volando, pero un día, se le ocurrió ponerle un poco de pan mojado en leche, entonces el pajarillo comenzó a comer y se dejó acariciar, desde aquel día se hicieron muy amigos.
Un buen día el pajarillo no la despertó con su canto ni la visitó. Margarita se puso triste y preocupada ¿qué le habría pasado a su amiguito? Pasaron varias semanas y el pajarito no aparecía. De pronto, una mañana la despertó el canto de su amigo, saltó rápidamente de la cama y con alegría pudo comprobar que su amiguito había vuelto junto a otros pajarillos que revoloteaban a su alrededor, había venido a enseñarle a sus hijitos. Desde aquel día, cada mañana, sus amigos la despertaban con sus alegres trinos, para ella era la mejor música del mundo y daba gracias a Dios por poder disfrutar de aquel concierto al amanecer.
La banda.
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