Para mi Mari ,que le gustan las historias.

Sé de una pequeña historia
que hoy me llega a la mente...
ocurría en los años sesenta
del pasado siglo veinte.

Había una joven pareja
que se prometían dichosos,
pero el destino es caprichoso
quiso ponerlos a prueba.

No sé con seguridad
lo que les pudo pasar
pero ya no se veían
ni salían a pasear.

Son cosas de jovencitos
que a veces por un capricho
se dejan hasta de amar
aunque sufran lo infinito.

El tiempo fue transcurriendo
y ninguno de los dos
pudo encontrar otro amor
o quizás ni lo intentaron.

Yo no estuve allí presente,
alguien a mí me lo contó,
aún resuena en mi mente
fue digno de admiración.

El chico estaba muy lejos
ya no quería ni pensar,
hasta que un día le dijeron:
si aún la quieres de verdad,
tienes que salir corriendo
dicen que se va a casar.

Ni siquiera preguntó
quien era, o si lo amaba,
solo al llegar se enteró,
al día siguiente marchaba
iba a casarse con Dios.

Aquello no le frenó,
y consiguió hablar con ella,
paseaban por la playa,
le confesaba su amor.

Ella estaba muy confusa,
pero le daba a entender
que era demasiado tarde,
había dado su palabra
no podía retroceder.

La suerte estaba echada,
la chica se fue a casa
estaba conmocionada,
¿Cómo había tardado tanto
si como decía, la amaba?

Fue durante aquella noche
que apenas pudo dormir,
su corazón latía muy fuerte
y no podía decidir.

Entre sollozo y lamento
el alba estaba llegando,
su padre la estaba oyendo
y sufría su desaliento.

Después de mucho pensar
se dispuso a intervenir,
por si podía ayudar
y dejara de sufrir.

Fue un hombre observador,
queriendo mucho a sus hijos
y quería lo mejor
por eso, entrando le dijo:

Yo, ya sé que has decidido
si no, no estarías llorando,
lo demás todo se arregla
confía en lo que te digo.

Y fue así de sencillo
como él le aseguró,
solo le dió un empujoncillo
el tiempo lo demostró.

Cuando miramos hacia atrás
es cuando nos damos cuenta,
la historia puede cambiar,
en momentos decisivos
un simple empujoncillo
¡lo que nos puede ayudar!

M. Beltrán