Acabé el último sorbo del segundo café y cerré el libro que me absorbía del ruido que cada vez se acrecentaba mas en la pequeña cafetería donde me escondía de una muchedumbre que invadía las calles.
Mis múltiples negocios me habían llevado a una ciudad en tiempos de fiestas, por lo que me obligaban a pasar una tarde de asueto.
Mientras esperaba el pago de mis consumiciones, la vista se clavó en una televisión colgada en la pared, emitía un programa local con las mismas cofradías que recorrían la ciudad. La cámara realizó un primer plano de un señor de mediana edad, que junto a su esposa admiraba el paso de una cofradía y justo cuando una figura que representaba a un hipotético cristo se paró junto a él, comenzó a llorar; No pude mas que pensar en un pueblo inculto que tiene unas creencias rancias y arcaicas, que evaden al bulbo de la realidad de una vida con falta de valores de superación y pierden el tiempo rezando a unas figuras impuestas por personas que los controlan en sus sentimientos y emociones.
Cuando intenté salir del establecimiento tuve que ir salteando personas y pisando pies hasta conseguir llegar a la puerta.
La luz de un sol radiante que lucía sobre la ciudad cuando entré en el local, había sido sustituida por una luz tenue provocada por cientos de cirios encendidos que procesaban por una calle estrecha, mientras todos los viandantes se aglomeraban a su paso.
Pude llegar hasta la esquina, pero un carrito en cuyo interior había un pequeño de unos cuatro años me prohibía seguir.
Tuve que permanecer un tiempo incontable rodeado de seres impregnados en un halo de emociones que no podía comprender, mientra ciento de personas encapuchadas portaban cirios y estandartes.
Frente a nosotros apareció lo que denominaron como ¡paso!, un pulpito en el que una figura crucificada estaba sobre un monte de claveles, se paró y bajó, pude observar como el paso era porteado por unos cuarenta hombres que se escondían en su interior.
Todo se hizo silencio y de un balcón una voz le cantó tan alto y con tanto corazón, que hasta la figura pareció sonreír cuando tras finalizar, un estruendo de aplausos resonó en aquella esquina.
Varios golpes se escucharon sobre el paso y el Cristo saltó tan alto que parecía que volvía al cielo junto a su padre.
Una marcha comenzaba a tocar, cuando se puso en movimiento, parecía la saeta al cantar de Serrat, y un olor que me impregnó y que mis sentidos no acababan de establecer un límite entre el azahar y el incienso.
Justo pasaba junto a mí, cuando el pequeño que se encontraba en el carrito se abalanzó sobre su padre para que lo alzase, extendió la mano para tocar una canastilla revestida de pan de oro y dibujó sobre su cuerpo una cruz para acabar besándose unos dedos pequeños y llenos de amor.
Una lágrima recorrió mi rostro, cayó justo encima de una gota de cera que aún caliente estaba sobre un suelo adoquinado.
Desde aquel día visito aquella ciudad cada año y tras mi Cristo proceso descalzo y lo acompaño en su peregrinar.
Jose Manuel
jueves, 25 de marzo de 2010
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Casi te as descrito a ti mismo,
ResponderEliminares verdad que para entender la semana santa hay que estar ahí, verlo y vivirlo, sobre todo la madrugada del viernes santo.
Conversión mística,
ResponderEliminarimaginería y aromas
endulzados con música.
Postal de tradición,
espectáculo que asoma
alcanzando una emoción.
Estampa de primavera,
latido la ciudad retoma
y embriagada se renueva.
Nuevo seguidor se incorpora..
* Masmoc Utopía
Quizás sea ipnotismo, probocado por el insienso,las velas, el retumbar de tambores...pero yo también lloré..y la emoción se apoderó de mi corazón cuando aquella lejana madrugada LA VIRGEN DE LA MACARENA atravesó el pequeño arco...
ResponderEliminarEn estos días, es cuando realmente se ve la fe que todavía existe en el pueblo.
ResponderEliminarMuy bonito primo, tú que puedes, disfruta tu Semana Santa.
Si que se ve la fe, pero, ¿es realmente fe?. Tendríamos que profundisar mas y no quedarnos solo en lo externo. Algo nos mueve pero no sabemos bien que es. Disfruta con ella.
ResponderEliminarUn abrazo.