sus brazos abiertos nos acogen tiernamente y nos invita a gozar de su calidez.
La brisa de sus noches y amaneceres es más suave y refresca nuestro cuerpo y espíritu. Caemos blandamente, como las hojas caen de los árboles, y sucumbimos a ese agridulce sabor a fruto maduro, mientras una fina lluvia va empapando lentamente nuestros campos aún sedientos...
Tras el ajetreo del caluroso estío
los brazos del otoño la acogió,
con su belleza serena acarició
sus amaneceres, ya más fríos.
De dorados matices la adornó
dando color a su pálida figura.
La iluminó en sus noches oscuras,
con un rayo de luna la envolvió.
En un atardecer lleno de brumas
gotas de lluvias acarició su piel,
agradeció aquel sonido fiel
sobre su ajada piel, ya dolorida.
En un suspiro libre se entregó
a su serena paz que la cautiva,
su silencio y quietud le da la vida
y en brazos del otoño se quedó.
Loli